A continuación presentamos un sermón de San Alfonso para el Domingo de Septuagésima.
Misit eos in vineam suam.
Enviólos a su viña.
(Mat. xx, 2).
La viña del Señor son nuestras almas, que nos fueron dadas con el fin de que las cultivemos por medio de las buenas obras, para que puedan un día ser admitidas en la gloria eterna. «Pero, ¿en qué consiste, dice Salviano, que creyendo el cristiano lo futuro, no lo teme?» Quid causa est, quod christianus, si futura credit, futura non timeat? Los cristianos creen en la muerte, el juicio, el infierno, el paraíso; pero a pesar de esto, viven como si no creyesen, como si estas verdades de fe fuesen fábulas e invenciones de viejas. Viven muchos como si no hubiesen de morir ni dar cuenta a Dios de su vida, y como si no hubiera infierno ni gloria. ¿Creerán acaso que todo esto es falso? No; pero no piensan en ello, y por eso se pierden. Están embebecidos en los negocios del mundo, y no piensan en el alma. Quiero, por tanto, haceros presente hoy, que el negocio de la salvación del alma, es el mas importante de todos los negocios:
Punto 1.° Porque perdida el alma, todo está perdido para nosotros.
Punto 2.° Porque perdida el alma una vez, se perdió para siempre.