El fiel católico tiene ante sí dos caminos, uno está pavimentado, iluminado y muy bien adornado. El otro es de tierra, repleto de espinas y pedregoso. El primer camino consiste en reconocer a Francisco como legítimo papa, lo cual lleva, lógicamente, a la aceptación de la nueva religión del Concilio Vaticano II. El segundo camino consiste en mantener la religión Católica íntegra e intacta, es decir, libre de los errores del Concilio, lo cual lleva, lógicamente, a rechazar la legitimidad del papado de Francisco (1). Dos caminos, sí, pero no un mismo destino. Sigue leyendo
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NADA NUEVO BAJO EL SOL
Algunos están sorprendidos por la apertura de la “Iglesia Católica” hacia los fornicarios, los adúlteros y los sodomitas. Sin embargo, esta nueva “iniciativa pastoral” no es más que la aplicación de los principios del Concilio Vaticano II a la cuestión de la familia.
Si puede haber elementos de verdad en las religiones falsas, que las vuelvan medios de salvación, ¿por qué no habrá elementos del sacramento del matrimonio en las uniones adúlteras? Si la persona humana tiene derecho a elegir cualquier religión que le plazca, ¿por qué no tendrá también el derecho a seguir la orientación sexual que más le agrade? Si el dogma católico es relativo, ¿por qué no lo será también la ley natural?
El problema del mundo es de carácter teológico. Después de 2000 años de cristianismo, el mundo ha apostado. La solución al problema del mundo, es también teológica: consiste simplemente en abandonar las enseñanzas del Vaticano II y en rechazar sus antipapas. Hasta que eso no suceda, no habrá paz.
Dios aborrece a los tibios, a tal punto que los vomitará de su boca para enviarlos al infierno (Apoc. III, 16). Querido lector, no tienes derecho a ser tibio. La Sangre de Cristo te ha redimido. Obra en consecuencia.
EL FRANCISCO REAL
La desesperación por hacer quedar como católico a Jorge Bergoglio ha llevado a algunos a elaborar una ingeniosa distinción: la del Francisco de los medios, y el Francisco verdadero. El primero sería producto de desinformación de parte de la prensa, sobre todo por el uso de sus palabras y frases fuera del debido contexto. El segundo sería la versión real del Santo Padre, que (suponemos) debe estar presente en los documentos papales donde ha sido estampada su firma.